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martes, 18 de noviembre de 2008

Reportaje a Mario A. Muñíz

Periodista, investigador y escritor (es autor de Entrerrianías, un trabajo presentado el año pasado en el que bucea sobre sucesos y acontecimientos de la historia entrerriana), Mario Alarcón Muñiz ha dedicado con pasión su vida al periodismo, que transitó en gráfica, radio y televisión.

Conocido en toda la provincia por ser la cara visible de programas de radio que han quedado en la memoria (como Espontánea por LT 38 de Gualeguay), este hombre que ha hecho de la independencia en su profesión y en la opinión una bandera que ha sabido sostener (y que ha tenido sus costos) acepta que lo importante es mantener la coherencia, ser consecuente con una conducta y con valores que orienten el accionar. “Ando pobre, pero contento, feliz, y con la frente en alto”, asegura.De una dicción clara y voz profunda, con amplios conocimientos de poesía e historia, franco, frontal, se dispone al diálogo amable en una mañana diáfana.
(Escribe: Carlos Marín. El Diario de Paraná)- Un banco de la Plaza Sáenz Peña será el asiento para la charla que fluye sin condicionamientos ni urgencias. Es que, remarca Alarcón Muñiz “desde que dejé de lado algunas obligaciones laborales, ahora felizmente puedo disponer de mi tiempo”. Así pasa sus días entre la lectura, la escritura, la investigación y la producción del programa radial La Calandria (LT 14). También hay tiempo para la familia: dos de sus seis hijos (“los otro cuatro ya vuelan solos”) y su mujer.

Y cuando comienza el verano, sale a transitar, casi como un rito, los caminos de la provincia para desarrollar otro de los roles por los cuales se lo conoce y ha ganado merecido reconocimiento y respeto: conductor de festivales folclóricos. Vale reconocerlo, posee jerarquía y experiencia en un oficio que, como todos, no es sencillo de resolver con dignidad y buen nivel.

RECUERDOS. Nació en Victoria, pero cuando era muy chico su familia se trasladó a Gualeguay, donde su padre trabajó en el diario El Debate. De allí su vinculación con el oficio al que ha dedicado su existencia y que reconoce, en parte, alguna influencia de las bibliotecas (como la de su padre “que compraba libros permanentemente” o la Biblioteca Popular) en un polo cultural muy importante por aquellos años, en los 40 y los 50. Basta recordar nombres como los de Carlos Mastronardi, Veiravé, Emma Barrandeguy, Juan José Manauta, y tantos más.

En ese ambiente comenzaron sus lecturas, que vienen “de chico. El primer libro que leí fue una vida de San Martín”, confiesa antes de aclarar: “Pero en esto no hay muchos secretos. Hay que tener ganas... y no tener televisión. El no haber contado con la pantallita en mi infancia fue una ventaja”.—¿Y su inclinación por acercarse a la poesía, la historia y la cultura de la provincia?—Bueno, no hay que olvidarse que en mi infancia siempre se recitaba, poesías, versos, por ahí hasta nos hacían decir algunos en la escuela.

Hice la primaria, en parte, en la escuela Castelli de Gualeguay, y luego concluí en la Escuela Normal. Pero en eso fue decisivo un docente que tuve en la secundaria. En segundo y cuarto año tuve como profesor a un docente excepcional: Julio Pedrazoli. Tenía una característica especial, además: frecuentaba permanentemente el diario en el que trabajaba mi padre. Así que de chico yo lo conocí, en la redacción, donde él escribía algunas cosas. En la secundaria entonces ya era para mí una persona conocida, cercana.Recuerdo sus clases, que eran interesantísimas.

Él nos hizo tomar el gusto por la poesía. Nos daba análisis de los poetas antiguos y modernos, hablaba de Juan L. Ortiz. Era tan apasionante su manera de encarar la clase que llegaba el recreo y nosotros nos quedábamos escuchándolo en el aula sin cortar hasta que llegaba el profesor de la materia siguiente. Y cómo siempre quedaba algún tema inconcluso, alguna punta por desarrollar, el nos decía “bueno muchachos, si quieren la seguimos esta tarde, en la plaza”. Y a la tarde, un grupo de cinco o seis estudiantes nos juntábamos con él en la plaza a hablar de poesía y de literatura en general.Era un hombre muy inteligente y estudioso, trabajador, sabía de lo que hablaba, algo, creo, nos hace mucha falta a todos.

COTIDIANEIDADES.—¿Cómo es uno de sus días habituales?—Después que dejé la agencia informativa APF, por defender mi libertad de expresión, como siempre me pasó, me dedico a trabajar en casa. Siempre por las mañanas.Escribo para algún periódico, siempre me piden cosas. Tengo una columna regular para el periódico LAR, de Crespo. Y por la tarde trabajo para mi programa La calandria y el microprograma Entrerrianías, que se emiten por LT 14 y es lo que más tiempo me lleva.Para eso investigo, busco en los libros, alguna consulta en Internet, que no frecuento mucho porque no le tengo confianza... he encontrado varios errores en la red, unas cuantas macanas respecto a la historia, errores de fechas. Y hay que tener cuidado con los conceptos... uno no sabe quién escribe.

Además tengo una columna con comentarios de actualidad todas las mañana en LT 39 de Victoria. Y ahí vamos: pobre, feliz y con la frente en alto.Siempre recuerdo que al terminar el secundario, partí a Buenos Aires a estudiar periodismo.Todos me decían ‘vos estás loco´. Mi padre recuerdo que decía ‘¿por qué querés estudiar periodismo? ¿Por qué no estudias abogacía´. Yo le decía, ‘pero papá, vos sos periodista´. ‘Y bueno´, respondía él, ‘por eso te digo, nunca vas a tener plata´. Recuerdo que siempre me decía eso. Y bueno, felizmente no tengo plata.

—¿Qué piensa del panorama actual en los medios?—Creo muchísimo en la planificación, en la preparación previa de los programas radiales. Y hoy lamentablemente estamos asistiendo, sobre todo en radios nacionales, a una tremenda improvisación. Los conductores van a la radio sin saber qué van a plantear.Además estamos asistiendo a un proceso de frivolización de la radio que es muy notable. Parece que Tinelli (Marcelo Hugo) los ha contagiado a todos, entonces se ha perdido el sentido de lo importante, de lo serio, porque todo es en broma.

No puede ser. Esto es faltarle el respeto al oyente. No se preparan las cosas. No puede ser que una radio nacional importante le confíe a un humorista la conducción de su programa central de la mañana. Creo que el humorista puede tener su lugar, pero que haga lo que sabe hacer. El campo es tan abierto que se transforma en pasto para mercenarios de toda laya.Me pregunto qué pasaría el día que designaran, por ejemplo, director de un hospital a un enfermero. Sin embargo en los medios pasa eso, y nadie dice nada. Todos estamos callados la boca.

LA POLÍTICA.—¿Cómo se vinculó al mundo de la política?—Cuando terminé mis estudios en Buenos Aires, podría haberme quedado allá a trabajar. Pero yo tenía el convencimiento de que mi provincia me necesitaba. Cuando vine, me di cuenta que estaba equivocado. No me precisaban para nada.En el 58 ganó las elecciones Frondizi. Y lo nombra ministro de Gobierno a Luis Mc Kay, que en ese momento era el dueño y director del diario El Debate, de Gualeguay. Quedaba vacante entonces el puesto de director.

Me ofrecieron que fuera a trabajar allí y allá fui. Y esa redacción de El Debate —que era la redacción del diario del ministro de Educación de la Nación— siempre estaba llena de personajes políticos de todo orden que iban de visita. Allí me vinculé a ellos, al partido radical intransigente, que tenía relación con la propuesta de Frondizi y Uranga en Entre Ríos.Pero después me desvinculé. Hubo muchas cosas que no me gustaron. Además no había certeza de continuidad en las cosas que uno podía proponer. Como sucede ahora, casi. Claro, con una diferencia sustancial: hoy tenemos 25 años de democracia, que tenemos que sustentar y fortalecer. Y en ese tiempo a dos pasos estaba la posibilidad de un golpe militar que implicaba empezar otra vez de nuevo. Así que opté por dedicarme a la profesión de manera independiente.—Pero llegó a la Legislatura.—Sí, fue luego de las elecciones del 62, en 1963, y cuando ya había caído Frondizi, ocupé una banca en la Legislatura y también en 1996.Más tarde formé parte de un grupo que se llamaba Gente Joven para el Movimiento Nacional, que tampoco tuvo suerte porque vinieron las elecciones de 1973 —cuando se normalizó el país y ganó Cámpora— y cada uno de los integrantes fue a refugiarse a los partidos a los que pertenecían y eso a mí no me gustó.

Así que reforcé mi decisión de dedicarme a la profesión.—¿Le tocó tragarse algún sapo?—No, porque nunca fui oficialista. En la época de Frondizi, cuando trabajaba en El Debate, yo era periodista en un diario oficialista. Era muy joven y no tenía mayores posibilidades ni recursos intelectuales para rebatir determinadas situaciones.Y hubo cosas que no me gustaron, como la Ley de Enseñanza Privada. Y bueno, no digo que tuviese que defenderla en el diario porque nadie me obligaba, pero... Como tampoco estuve de acuerdo con los contratos petroleros, en ese tiempo. No acordé con la represión en el frigorífico de La Matanza.

—¿Y los momentos más duros en el ejercicio del oficio?—El más complicado fue en los tiempos de la dictadura, después del 76, en Gualeguay. Y también en el diario Concordia, cuando denunciábamos casos de tortura y secuestro, lo cual no estaba permitido. Incluso nos llegaban amenazas. Un comandante de Gendarmería, como una forma de presión, nos enviaba todas las semanas una inspección laboral, y no encontraba nada. Un día me harté y publiqué un editorial denunciando esa situación y fui a la delegación que él dirigía y repartí ejemplares entre todos los empleados de esa repartición. Y el asunto fue solucionándose de a poco. Había una serie de cosas bastante difíciles que las pasamos, por suerte.

Y aquí estamos. Otra fue cuando me echaron de Radio Nacional Gualeguaychú, ya en plena democracia. Fue durante el gobierno de Menem (Carlos Saúl). Trabajaba en esa emisora en los años 88-90 y hacía el programa de la mañana. Y el 30 de diciembre de 1990 iba a salir el indulto a los ex comandantes de las Fuerzas Armadas. Yo hice todo un programa repudiando el indulto a los Comandantes del terror y enseguida nomás me suspendieron. Me dijeron que salía del aire “por razones de programación”. Fue algo grosero porque 15 días antes había firmado el contrato para continuar durante todo 1991. Y eso fue, reitero, durante un gobierno democrático. Hoy, ese momento queda como una de las tantas historias y anécdotas que uno tiene de la profesión.

—¿Se arrepiente de algo?—Uno ha tenido sus errores y seguramente podría haber hecho mejor las cosas, pero de dos cosas puedo jactarme. La primera, no haber claudicado nunca. Jamás me compraron. Mas bien decía me voy. Y a veces hasta me echaron del trabajo por eso. Haber seguido esta vocación. Y al mismo tiempo, en otro terreno, haber conocido palmo a palmo esta provincia hasta el último metro cuadrado. No hay lugar en Entre Ríos que me sea desconocido.Y ese es el trabajo de uno. Andar y serle fiel a la gente.

Por otro lado, y eso no creo que sea mérito mío, pero lo señalo como una cosa necesaria en estos tiempos en el que vemos tanta declinación de valores en todo orden: creo que hay que tener coherencia con lo que uno piensa, vive y siente. Me parece que eso es fundamental.

Frases de Mario: “Soy de Boca, de Patronato y, en Gualeguay, de Libertad”.“
Ando pobre, pero contento, feliz, y con la frente en alto”.
“Aceptar todas las culturas, pero fortalecer la propia. Y esto porque creo que en la diversidad está la riqueza”.
“El trabajo de uno es andar, y serle fiel a la gente”.

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